En África todavía se mata por amar
En la capital de Burkina Faso, Uagadugú, se celebró en 2019 el primer concurso trans. Se hizo en el jardín privado cedido por un mandatario europeo en el país, a escondidas y bajo el temor de ser descubiertos por el vecindario. Allí, la justicia persigue a personas como Amina, que ha huido de la ciudad al estar obligada a comportarse como un hombre para no ser agredida por su familia ni por su círculo más cercano. África es el continente más ingrato para los homosexuales, donde vives huyendo y te matan, aun callando.
El movimiento LGTBI sigue paralizado en un amplio abanico de países en África. En Somalia, Mauritania y Nigeria, ser homosexual está penado con la muerte. Morir por amar. En Uganda, la actividad sexual entre personas del mismo sexo, sean hombres o mujeres, te encarcela para siempre. El intencionado vacío legal así como el auge de los movimientos políticos populistas acompañados del profundo conservadurismo de las estructuras sociales y círculos familiares del continente resulta en que tan sólo 22 de los 55 países africanos reconozcan a la comunidad LGTBI.
Mientras que en mayo de 2019 Kenia decidía mantener las leyes que criminalizan a los homosexuales, en junio del mismo año Botsuana traía un soplo de aire fresco al continente, un atisbo de esperanza. Influenciado por su vecino sudafricano, se convertía en el quinto país de África –junto con Sudáfrica, Mozambique, Angola y Lesoto– en declarar ilegal la discriminación a los miembros del colectivo LGTBI. A pesar de que la teoría esté todavía a años luz de la práctica, la semilla del cambio está plantada en el continente, que a pesar de la lentitud, sueña con florecer y plantar la bandera arcoíris en todos sus países.