¿Justicia para Sankara?
Un tribunal de Burkina Faso ha imputado al expresidente Blais Compaoré por el asesinato de su predecesor, el líder panafricanista Thomas Sankara. Reconocido marxista, Sankara era conocido como el Che Guevara africano y gobernó durante solo cuatro años en los años ochenta el pequeño país occidental. Sus partidarios defienden su sistema de seguridad social, su lucha contra la mutilación genital femenina y la poligamia, así como su dureza contra el colonialismo, por las que rechazó préstamos del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Sus detractores criticaban su programa radical de nacionalización y redistribución de tierras y su poco respeto por la libertad de prensa y la oposición política. Los segundos terminaron por ganar.
Compaoré y Sankara una vez fueron amigos. El primero lideró el golpe de Estado que permitió al segundo ser 1983. Una vez en el poder, su amistad duró cuatro años, los que tardó Compaoré en realizar otro golpe de Estado, pero esta vez para ponerse él como presidente. Tras el golpe, Sankara y otros 13 cargos fueron asesinados, pero su antiguo amigo siempre renegó de cualquier vinculación con su muerte en los 27 años que se mantuvo en el poder. Cuando intentó prolongar su estancia en 2014, los burkineses se lanzaron a la calle y le forzaron a ir al exilio a Costa de Marfil. Un año años más tarde la justicia local emitió una orden de arresto internacional para juzgarle, pero en su lugar el presidente costamarfileño, Alassane Ouattara, le dio la nacionalidad para que esto no ocurriera.
La imputación llega en la misma semana en la que Francia ha enviado el tercer y último lote de documentos desclasificados relativos a la muerte de Sankara. Unos documentos que la justicia asegura que ayudarán mucho a esclarecer lo sucedido. Acusada de ayudar en su asesinato, el presidente francés, Emmanuel Macron, se comprometió a colaborar en una visita al país en 2017. En 2014, su predecesor, François Hollande, admitió haber ayudado a que Compaoré se exiliara. El anuncio también se enmarca en un intento del actual presidente burkinés, Roch Kaboré, de mejorar su imagen a ambos lados del país. Reelegido el año pasado, por un lado formó un Ministerio de Reconciliación Social para llegar al final de la muerte de Sankara y por otro aseguró no estar en contra de la vuelta de Compaoré al país para su jubilación. La espiral de violencia yihadista desde su llegada al poder en 2015 le han hecho perder popularidad en un país que antes era un oasis de seguridad en el Sahel por el acuerdo de no agresión entre Compaoré y los yihadistas.