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Kagame y Tshisekedi se retan en el este de R.D. Congo
A finales de mayo, la agencia para refugiados de la ONU mostraba en un tono muy diplomático su "profunda preocupación" tras el desplazamiento forzoso de 72,000 personas en la región de Kivu Norte, República Democrática del Congo. A los pocos días, el presidente del país, Félix Tshisekedi, acusó a su homólogo ruandés, Paul Kagame, de estar apoyando los ataques del grupo rebelde M23. Llamó a filas a su embajador y canceló vuelos de RwandAir.
Kagame no se ha quedado corto. Culpó a Tshisekedi de apoyar a las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda (FDLR) y prometió contestar si habían ataques en su territorio. El FDLR es un grupo de refugiados de etnia Hutu que el presidente ruandés asegura dan cobijo a génocidaires, personas detrás del genocidio de 1994.
Las tensiones políticas entre los vecinos de los Grandes Lagos no son nuevas, se remontan a 1994. Uganda y Ruanda invadieron R.D. Congo para deponer al presidente Mobutu Sese Seko, colocar a Laurent Kabila y expoliar el este del país de sus minerales. Con Kabila caerían en desgracia, le asesinarían y acabaría gobernando su hijo Joseph, pero eso es otra historia.
La tensión ha crecido ahora al aceptar Tshisekedi el pasado noviembre la petición de Uganda de introducir militares en su país para luchar contra otro grupo, las Fuerzas Democráticas Aliadas (ADF), que buscan deponer al presidente, Yoweri Museveni. En cambio, a Kagame no le ha dejado hacer lo mismo para luchar contra el FDLR y este ha llegado a asegurar que entrará por las buenas o la malas.
La tensión está en su momento más alto desde la llegada de Tshisekedi al poder en 2019, aún a pesar de que R.D. Congo acaba de entrar en la conjunta Comunidad Africana Oriental. Por el momento, las palabras no pasan a mayor violencia, pero los que sí lo pagan son los residentes del este de R.D. Congo que no recuerdan qué es la estabilidad.