La energía nuclear, una alternativa viable en África
El 2 de febrero, la Unión Europea decidió catalogar la energía nuclear como ecológica, dando el visto bueno al relanzamiento nuclear en la transición energética. Dos semanas más tarde, Kenia anunció que abría el periodo de consultas públicas previas a la construcción de una planta nuclear en el este del país[ihc-hide-content ihc_mb_type="show" ihc_mb_who="4,5,6" ihc_mb_template="3" ], un proyecto de 5 mil millones de dólares. Sin embargo, su apuesta por la energía nuclear no viene por el movimiento europeo. El gobierno tiene otro proyecto que pretende producir mil megavatios en su primera planta nuclear para 2027 en los alrededores del Río Tana, el más largo del país. Kenia es uno de los ocho países africanos con planes ya en marcha para empezar a producir energía nuclear antes de 2030. En 2022, tan solo Sudáfrica tiene una central operativa en el continente: la planta de Koeberg. A pesar de que se abrió en 1984, de allí solo sale el 5% de la energía total del país. En total, la nuclear es la última de las fuentes de energía de África, contribuyendo un 2% al suministro. Aún así, la creciente demanda energética ha llevado a 33 países africanos a comenzar planes para intentar producir energía nuclear de aquí a 2050.
La nuclear: una alternativa ante la demanda energética
La energía nuclear no ha sido ni es una de las prioridades del continente en el desarrollo. Sin embargo, la creciente necesidad global por diversificar las fuentes de energía ante el aumento del precio del crudo y la transición energética se ha unido a la demanda local por electricidad.
Por un lado, casi la mitad de los africanos siguen sin acceso a la electricidad, unas 580 millones de personas, y este número va a ir en aumento. Las previsiones son que la demanda se triplique hasta los 2.400 teravatios/hora para 2040empujada por el crecimiento demográfico y la industrialización del continente. En este sentido, el descubrimiento de gas natural en lugares como Mozambique o Sudáfrica ha hecho de esta fuente la principal alternativa. Se espera que África subsahariana produzca más gas que Rusia de aquí a 2040 y se sitúe como un exportador neto de gas natural licuado para naciones en Europa que buscan diversificar su dependencia rusa.
Aún con todo, la energía nuclear se ha presupuesto como una opción viable para aumentar la soberanía energética del continente. En este sentido, un total de siete países han puesto ya en marcha los planes para poder construir reactores nucleares y producir energía antes del final de la década.
El país más avanzado es Egipto, quien en 2022 comenzará la construcción de la planta nuclear de El Dabaa. El objetivo es empezar a producir hasta 1.200 megavatios de energía para 2026 y tenerla operativa al completo tres años más tarde, multiplicando por cuatro la producción.
A Egipto y la ya mencionada Kenia se unen otros seis países con planes específicos: Ghana, Nigeria, Sudán, Marruecos, Argelia y Túnez. Destaca el caso de Nigeria, que explora hasta cuatro posibles ubicaciones para producir en 2025 4,000 megavatios hora.
A día de hoy, África cuenta con once reactores de investigación en ocho países. Estos son aquellos que no producen electricidad pero sí ayudan proporcionando neutrones para la creación de materiales para infraestructuras, diagnósticos médicos para tratamientos contra el cáncer y usos agrícolas. Este tipo de reactores son vitales para el desarrollo tecnológico nuclear y se consideran en ocasiones como el paso previo para poder desarrollar energía nuclear comercial.
Rusia toma ventaja geopolítica
Para hacerlo posible las naciones africanas han llegado a acuerdos con países extranjeros que financian la construcción y la transferencia de tecnología. En este panorama destaca la corporación estatal de energía nuclear rusa Rosatom. Esta ha firmado acuerdos con hasta ocho países distintos para el desarrollo nuclear. Uno de esos acuerdos es destinado a proporcionar un préstamo de 25 mil millones de dólares que cubrirá el 85% de la financiación de la planta egipcia de El Dabaa. Entre 2015 y 2016 Rosatom también cerró acuerdos de financiación y desarrollo con los gobiernos de Nigeria, Kenia y Ghana. Asimismo, la corporación rusa también trabaja con otros países que tardarán un poco más en implementar sus proyectos nucleares: en 2018 firmó un acuerdo con el gobierno de Ruanda y a ella se le suman Tanzania, Uganda y Zambia.
Tras Rusia emergen las compañías estatales chinas China General Nuclear (CGN) y China National Nuclear Corporation (CNNN). En 2016 la segunda de ellas firmó un acuerdo a diez años con el gobierno de Sudán para implementar dos reactores de 600 megavatios. Asimismo, la primera lidera los proyectos en Namibia. Ambas cuentan también con participaciones en Kenia y Uganda. Por último se encuentra la surcoreana Korea Electric Power Corporation, que en 2016 llegó a un acuerdo también con el gobierno de Kenia para transferencia de conocimiento y construcción de tecnología nuclear.
Por el momento, los países occidentales no están detrás de ningún acuerdo vigente. Francia fue el país que construyó la única central nuclear activa en África tras un acuerdo con el gobierno sudafricano en 1984, pero desde entonces no ha desarrollado más proyectos. Asimismo, empresas estadounidenses han sido invitadas por Sudáfrica para desarrollar planes de futuras plantas nucleares, pero los planes han encallado sin futuro.
Un camino difícil
A pesar de las intenciones de los países africanos, será difícil cumplir con los objetivos debido a las dificultades técnicas. Para empezar hace falta mejorar la infraestructura para aumentar la capacidad. Los 48 países de África subsahariana tienen aproximadamente la misma capacidad energética que España, a pesar de tener 18 veces más población. Además, la mitad de ella hasta hace una década venía de Sudáfrica y en la actualidad todavía lidera por mucho el aumento: de los 2.689 megavatios añadidos en el primer cuatrimestre de 2021 en toda África subsahariana, tan solo un 11% fueron fuera de Sudáfrica. De ese porcentaje se repartía entre ocho países y cuatro de ellos solo añadieron 5 megavatios.
Hay una regla no escrita que dice que la energía nuclear no debería exceder el 10% de la producción energética del país, pero a día de hoy la mayoría de países no podrían ni siquiera absorber proyectos comerciales de 1.000 megavatios comunes en el mercado nuclear.
Más de la mitad de los países africanos cumplen con los requisitos de seguridad de la Agencia Internacional de la Energía al haber añadido los protocolos necesarios al Tratado de No Proliferación y al Tratado de Pelindaba que establece una zona libre de armas nucleares. Este es solo el primer paso para establecer energía nuclear segura y solo Sudán del Sur no ha firmado ninguno de esos dos tratados.
A pesar de ello, hay otras trabas que hacen ver que el proceso será más lento de lo habitual. A la legislación internacional hay que adecuar la nacional, tarea burocrática que ralentiza los procesos. A ello se le suma la necesidad de construir infraestructuras para operar y mantener una planta nuclear durante los próximos años. La inestabilidad política en algunos países como Sudán unida a la caída de ingresos tras la Covid-19 hace difícil imaginar un escenario en el que se cumplan todas las fechas. A ello se le une que la construcción de una planta nuclear tarda entre 5 y 10 años, y muchos de los países ya van con retraso.
Aún con todos los obstáculos y sea más rápido o más tardío, la energía nuclear se abre paso poco a poco como una opción de futuro. Aunque no se considera una fuente prioritaria para el continente africano, sí se posiciona como una alternativa viable para cumplir con la demanda energética continental e internacional. En los próximos 30 años veremos la aparición de reactores nucleares por toda África y Koeberg no estará nunca más sola.
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