La pandemia apaga África
Si eres de las personas más madrugadoras que lee este boletín, probablemente lo estés haciendo con un café y desayunando para afrontar el martes. Es posible que no seas así y prefieras dejarlo para cuando tengas tiempo después de comer o por la noche, con la lamparita de la cama encendida. Lo que es seguro es que lo estás haciendo en tu móvil, tablet u ordenador. Lo que para nosotros es lo habitual, un gesto común, para otros no lo es. Probablemente en alguna zona rural de Níger, esta newsletter no la podrían ver, y tampoco es que sea su prioridad, pues tampoco tendrán una nevera o simplemente luz para alumbrarles durante la noche. África subsahariana acoge a tres cuartas partes de la población todavía sin acceso a la electricidad y los esfuerzos por conectar a la red a más gente se ha visto revertido por primera vez desde 2013. En 2020, los gobiernos priorizaron el gasto en la emergencia sanitaria y 13 millones de personas más pasaron a engrosar la lista de 590 millones de personas que todavía no tienen luz en su casa. Y una casa sin luz no es un hogar.
El pasado domingo fue el Día Mundial de la Luz, un buen día para poner en perspectiva unos datos y entender la importancia de tener acceso a la luz. Por poner en comparación, en 2015 España tuvo un consumo de 243 mil millones de KwH con 47 millones de habitantes. En todo África subsahariana menos Sudáfrica, un total de 48 países, el consumo fue de 139 mil millones de KwH para 860 millones de habitantes. La disparidad entre países es, sin embargo, muy significativa, incluso entre vecinos. Kenia tiene un 84,5% de su población conectada a la red eléctrica por un 1,1% de su vecino Sudán del Sur, el país con menos población del mundo con acceso a electricidad. Los efectos económicos de la pandemia se unen al rápido crecimiento poblacional de la región, por encima del 2,4% anual, en un pronóstico poco halagüeño a corto plazo: el continente puede aumentar a 630 millones de personas sin electricidad, un 80% del total del planeta. La mitad de ellos se concrentarían en siete países, seis de ellos africanos: Niger, Nigeria, R.D. Congo, Sudán, Tanzania, Uganda.
Más allá del problema de no tener acceso, donde sí lo hay la calidad del mismo no es la ideal. En Kenia la luz se corta unas 420 horas al año, o lo que es lo mismo, hay un apagón unas seis veces a la semana. En Sudáfrica, la eléctrica pública Eskom tiene tantos problemas de capacidad que realiza apagones por barrios en diferentes ciudades del país. Las consecuencias de la falta de luz o la falta de fiabilidad de la red son varias, desde que los ciudadanos opten por no invertir en una nevera, incremento la falta de inseguridad alimentaria y problemas estomacales, hasta una mayor tasa de violencia de género y menor empoderamiento de la mujer. África ha sorteado la peor tragedia sanitaria del coronavirus, pero sus efectos son más severos a largo plazo.