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Día de África: introducción histórica a las Áfricas
🌍 Hablamos de muchas Áfricas, de historia y de afropesimismo de la mano del eterno Mbuyi Kabunda y la profesora y miembro de Amref España, Iraxis Bello.
Hoy, 25 de mayo, es el Día de África. Una fecha que desde África Mundi destacamos siempre en nuestro calendario y a través la cual aprovechamos para insistir en que África no debe ser recordada solo un día, sino siempre. Para ello, y en colaboración con Amref Salud África. recorremos el dosier de historia africana que la investigadora, Iraxis Bello y el profesor, Mbuyi Kabunda compartían con todos sus alumnos.
“África es una y plural a la vez”. Así empieza el breve, pero intenso manual que Iraxis Bello y Mbuyi Kabunda, profesor durante más de quince generaciones, enviaba a todos sus alumnos antes de que entraran en sus aulas.
Si hablamos de geografía, diferenciamos entre el África saheliana, África sahariana, África sudanesa, nilótica y bantú. En lo sociocultural, hay una clara división entre lo rural y lo urbano; y si ponemos el ojo en la religión, África es musulmana, cristiana y animista. Por no mirar hacia la lingüística, la densidad poblacional o los sistemas políticos.
Muchas Áfricas
Si hay algo en lo que insiste el texto desde el inicio hasta el final es en la pluralidad y las especificidades regionales dentro del continente.
Al norte, el Magreb está formado por tres países en sentido estricto: Marruecos, Argelia y Túnez, pero son cinco si ampliamos el marco geográfico a Mauritania y Libia. La región tiene alrededor de 80 millones de habitantes y tiene unas características diferenciadas del resto de zonas: la alta población árabe y musulmana y su cercanía con Europa, que comparte frontera terrestre con España a través de Marruecos.
Bajando por el Sáhara encontramos el África Occidental con 250 millones de habitantes. Con sus recursos naturales la región ha desarrollado un comercio basado en las materias primas que dependen de la fluctuación de los precios en los mercados internacionales. Ejemplo de ello es Nigeria con el petróleo, Liberia y Sierra Leona con los diamantes, Níger con el uranio o Mauritania con el hierro.
En el corazón del continente, África Central ha conocido varias guerras, en particular las de los Grandes Lagos, con un trasfondo de rivalidades anglosajonas y francesas. Es la región más vulnerable si hablamos de democratización, y el petróleo de los países del golfo de Guinea –Gabón, Camerún o Guinea Ecuatorial– se han convertido en un problema para la zona: la conocida como ‘maldición de los recursos naturales’.
Al este, África Oriental abarca desde Tanzania hasta el llamado Cuerno de África. Con una clara homogeneidad histórica, sus diferencias asoman en la actualidad. En los últimos años, Kenia ha experimentado una tasa de crecimiento positiva y su PIB ya es tres veces más elevado que el de Uganda o que el de su vecina Tanzania. El este del continente es un enclave estratégico vital para el control de la piratería y la lucha antiterrorista en las costas del Océano Índico.
Por último, África Austral, la punta sur del continente, representa la tercera parte del PIB del continente y el 40% del comercio exterior africano. Aun así, y a pesar de gozar de una democracia más estable y una buena situación económica, la desigualdad es la norma. En Sudáfrica, el 10% de los más ricos tienen una fortuna 40 veces superior al 10% de los más pobres. Es la región más desigual del mundo, según el coeficiente Gini de desigualdad de ingresos.
La historia ha marcado la invisibilidad del continente africano
Su historia debe tomarse como el bastión del transcurso sociopolítico de los 55 países que lo conforman en la actualidad. En el dosier, el profesor Kabunda y la académica Iraxis Bello apuntan que África no puede ser comprendida si no se toman en cuenta tres etapas históricas: la época precolonial, construida a través de la existencia de prestigiosos imperios, reinos y estados-etnias como el de Ghana, Mali, Songhai o Kongo; el periodo colonial, inaugurado con el reparto de África en la Conferencia de Berlín (1884-1885); y, finalmente, la etapa poscolonial desde la década de 1960, caracterizada por las trabas en la construcción nacional y el desarrollo económico.
La primera etapa ya invisibilizó al continente. Basada en la creencia de una África ahistórica, sin pasado ni estructuras sociales organizadas, solamente fue construida por los relatos de viajeros occidentales. Nada mejoró durante la Edad Media, cuando se institucionalizó el uso de la religión como mecanismo civilizatorio. Podría decirse que es en este momento cuando nace la cosificación del africano como animal, hombre negro y nada más. Palabras vacías.
La segunda época, la colonial, no mejoró la imagen sobre África. En este caso, Europa y sus potencias colonizadoras brillaron por encima de otras culturas que no fueran la propia. No contentos con eso, asentaron las bases y las prácticas de que su estilo de vida era el más legítimo y próspero. En el texto, Bello y Kabunda señalan el trazado artificial de las fronteras, la difícil coexistencia entre la identidad étnicas y la pertenencia nacional o la dependencia de los países industrializados como características de esta etapa histórica.
Por último, la descolonización dejó en manos de la suerte el destino de África. En vías de construcción, los países, satisfechos con sus independencias, debían empezar a trazar sus sociedades y Estados. Todo ello en mitad de una vorágine identitaria: los pueblos, que habían sido divididos años atrás a escuadra y cartabón, no conseguían limar las perezas que, al poco tiempo, se convertirían en conflictos armados.
Invisibilidad, sí, pero depende de cómo lo mires
Aquí van unas palabras sinceras. Cuando empecé a escribir y leer sobre África, no veía nada más allá del conflicto, la hambruna o las desigualdades sociales. Esa narrativa, que años atrás había seguido y construido en torno al continente africano, chocaba de frente con otra realidad: la de una África en positivo. África como hogar del emprendimiento, de las mujeres valientes y las movilizaciones sociales efectivas y pacíficas contra las manos de hierro en el poder.
Precisamente sobre ello habla el manual: el afropesimismo y afro optimismo. La primera corriente insiste en los fracasos y en las innumerables guerras civiles, mientras que la segunda pone de manifiesto los avances o progresos en los aspectos democráticos o en las nuevas formas de solidaridad. Es en esta segunda idea donde debemos de aferrarnos.
Por lo general, los Estados africanos han resistido mejor a la crisis de los países industrializados, de Oriente Medio y países emergentes, a excepción de la India y China. Desde hace cinco años, el PIB africano crece más rápido que otros continentes, en parte por el aumento de la demanda interna y las remesas de las diásporas africanas. Una mejora que se explica por la estabilidad política y la lucha contra la corrupción. Sin recetas occidentales. Y ahí está precisamente el principal error: África siempre ha sido el escenario de los experimentos occidentales, sin las adaptaciones necesarias. El policy making debe nacer, crecer y desarrollarse en África.
Este análisis está escrito en colaboración con Amref Salud África.